Hace 110 años se terminó de construir la Basílica de Luján y el 4 de diciembre de 1910, fue bendecida e inaugurada.
Su origen es insólito.
La Virgen iba hacia Santiago del Estero, sin embargo Ella eligió quedarse en geografía de la pampa húmeda.
En cercanías de una margen del Río Luján, a la altura de Capilla del Señor, paso obligado – hoy ruta 8 – de caballos, diligencias y carretas de entonces, en el año 1630 se dirigía hacia Santiago del Estero en un viaje interminable, la Virgen, y que en un punto del trayecto los bueyes se clavaron en tierra y no hubo forma de hacerlos seguir. Hasta que el boyero bajó un cajón liviano entre los que llevaban, y entonces pudo reanudarse la marcha.
No hubo caso, subían la caja y los bueyes se detenían, la bajaban y volvían a arrancar. Cuando abrieron esa caja, encontraron una pequeña imagen de la Virgen vestida de blanco y celeste, que tuvieron que dejar en el lugar, y así nació el culto de la Virgen de Luján. Primero en un rancho humilde, después en un templo más grande, hasta llegar con los años a la increíble Basílica actual.
La imagen fue llevada a un campo y los gauchos comenzaron a venerarla, Se fue haciendo popular. La protegía un esclavo.
Hay otro suceso más trascendental que dio origen al actual edificio.
En 1875, el padre Jorge María Salvaire, de origen francés y de 28 años, capellán de la Iglesia de Luján, había hecho una larga travesía a caballo a Salinas Grandes, a los toldos de Manuel Namuncurá. Pero habiendo llegado a Carhué, los indios, enardecidos por calumnias, lo acusaron de brujería y de haber llevado la viruela. Lo apresaron y saquearon, lo insultaban y, emborrachados, discutían su condena a muerte, que muchos pedían a gritos.
En ese momento el padre hizo tres promesas a la Virgen de Luján, para el caso de que lo salvara en ese apuro: la de escribir su historia, la de propagar su culto y la de construirle un gran templo, que reemplazara al anterior. De inmediato llegó un joven indio que reconoció a Salvaire, lo tapó con su poncho y los demás cambiaron de actitud y lo dejaron ir.
Con los años y a través de mil contratiempos fue cumpliendo sus promesas, y la última y titánica fue la edificación de la gigantesca, gótica y pétrea Basílica, para la que se inspiró en las de su tierra natal, en épocas de crisis, pero en las que colaboraron miles de personas de todas las condiciones. Murió cuando el templo, también diagramado por él, estaba ya en avanzada construcción. La obra se había puesto en marcha el 6 de mayo de 1890.
Estas dos historia dieron nacimiento al templo la actual Basílica de Luján, el centro religioso más importante de la Argentina, adonde llegan inmensas peregrinaciones a pie y otras de gauchos a caballo, y cuya milagrosa imagen, a la que suelen llamar “la Virgen gaucha”, inspiró además al general Belgrano para elegir los colores de nuestra bandera. Es la patrona de la Patria y de las Rutas del país.
La Basílica fue construida entre 15 de mayo de 1887 y 1935. Los arquitectos fueron los ingenieros Alfonso Flamand y Rómulo Ayerza, y los arquitectos Ulrich Courtois, Ernesto Moreau, Francisque Fleury Tronquoy, Sombrum, Trouve y Laspe.
El Santuario Nacional por excelencia tiene una longitud de 104 m y su ancho es de 68,5 m en el crucero y de 42 m en el frente. Posee dos torres de 106 m de altura,2 con una gran cruz en cada una.