Don Cornelio (Saavedra) y sus zonas secretas

El brigadier Cornelio Judas Tadeo Saavedra ha ilustrado todos los textos de historia como artífice de la gesta de Mayo… y sin embargo, un año más tarde desaparece de nuestros manuales.

¿Cómo fueron los años posteriores de nuestro prócer?

Este tribuno, con aspecto de cónsul romano pronto se desvanece de los textos escolares. La mayor parte de los argentinos desconocen sus desventuras, que comienzan casi al mismo tiempo de ser consagrado presidente de la Junta.

Su vida hasta entonces había sido bastante tranquila, la de un comerciante pudiente de buena familia. Nació en la hacienda familiar vecina a Potosí y a temprana edad volvió a Buenos Aires, de donde era oriundo su padre. Estudió en el Colegio San Carlos, y desde temprana edad se involucró en los negocios familiares. Como vecino destacado, participó del Cabildo y ejerció distintas funciones ligadas al gobierno colonial. Se desempeñó como administrador de los granos del diezmo, que le otorgó a Cornelio cierto ascendiente sobre las partes menos pudientes de la población. Esta popularidad le permitió ser elegido comandante del Cuerpo de Patricios para defender la ciudad durante la invasión británica. Este es el origen de su carrera militar y el comienzo de su carrera política que lo llevará a ser parte del proceso libertario.

El enfrentamiento con Mariano Moreno se establece a poco de comenzar las funciones de la Junta. Moreno era promotor de las ideas de Rousseau y los revolucionarios franceses, mientras que Saavedra estaba imbuido de las clásicas ideas de pensadores españoles como Padre Francisco Suárez. En el Cabildo abierto del 22 de mayo, Saavedra afirma “que no quede duda, el pueblo es quien confiere la autoridad”. No es esta una máxima de Rousseau sino nacida de la doctrina de tratadistas españoles. Aunque exista este punto de coincidencia, las diferencias ideológicas con Moreno no podían ser más profundas. Estas diferencias son, de una forma u otra, son el el comienzo de la llamada “grieta”.

El primer impacto lo sufrirá cuando Moreno redacta el famoso decreto de supresión de honores. Esto no era una monarquía y los morenistas “ni ebrios ni dormidos” aceptarían que una corona se ciña sobre la testa del brigadier.

Las discusiones sobre el destino de Liniers y de Cisneros solo fueron algunos puntos de una larga lista de disensos que jalonaron esta relación. Parecía que Saavedra había ganado la partida con el alejamiento definitivo del secretario y la asonada del 5 y 6 de abril de 1811; pero apenas cuatro meses más tarde Saavedra debe ponerse al frente del Ejército del Norte, hostigados por los realistas. Esta ausencia fue aprovechada por sus enemigos para desplazarlo y formar el primer Triunvirato. Saavedra decide no volver a Buenos Aires y visita distintas ciudades del norte del país hasta que en octubre llega la orden de ser confinado en San Juan. Con la certeza que sería reclamada su presencia en Buenos Aires para ser juzgado por sus actos de gobierno y su supuesta participación en la muerte de Moreno, Saavedra decide dejar a su esposa e hijos en San Juan y aventurarse en Chile, donde es bien recibido a pesar de los reclamos de sus enemigos. Hasta Santiago de Cile es que el mismo Juan José Paso, el otro secretario de la Junta, viaja para reclamar su extradición mientras el director Gervasio Posadas insta a deportarlo a “cualquier isla desierta”. La Asamblea del Año XIII, tras un juicio de residencia (como el que los españoles sometían a sus funcionarios) lo condena al exilio permanente. El gobierno chileno se resiste a entregar a Saavedra, cuyo asilo se mantendrá en los mismos términos a los concedidos por Alvear a Juan José Carrera.

La caída del gobierno chileno después del desastre de Rancagua, obliga a Saavecra a tomar una determinación. Entre la amenaza de los españoles y sus compatriotas, decide optar por éstos últimos. Sabía que los primeros no le concederían piedad alguna.

La tumba de Saavedra

Junto a su hijo Agustín, cruza los Andes con destino a San Juan, mientras su otro hijo, Diego Martín protesta ante la Asamblea por el trato dispensado a su padre. Durante cuarenta días Saavedra permanece en apartada villa de Colangüil, hasta que su esposa logra por sus gestiones ante el general San Martín, que le fuese concedida la residencia en San Juan. Apremiado económicamente, Cornelio concede la autorización a su amigo Cristóbal Aguirre a vender su hacienda (que incluía una calera y esclavos) para mantener a su familia.

A pesar de que las condiciones en San Juan habían mejorado, una vez más se reactivan las causas en su contra, esta vez acusado de contrabando de yerba mate. Dispuesto a limpiar su nombre, viaja en condiciones muy precarias a Buenos Aires, donde fue recibido por el Cabildo que decide restituirle su grado militar. Sin embargo, la medida es dejada sin efecto por el nuevo Director Supremo, Álvarez Thomas.

Finalmente, Juan Martín de Pueyrredón declara nulos todos los procedimientos, el 6 de abril de 1818, y reincorpora al brigadier a la plana activa con reposición de grados y honores. En 1822 don Cornelio se acoge al retiro.

Alejado del ajetreo político, no se inmiscuye en asuntos públicos hasta que, viendo la patria en peligro, se ofrece para pelear contra el Imperio lusitano. En 1828, retirado a su estancia de Rincón de Cabrera dicta un testamento holográfico, donde a lo largo de cuarenta páginas relata las penurias sufridas y su perspectiva de los acontecimientos. En estas “Memorias”, publicadas en “La Gaceta Mercantil”, termina diciendo “Aunque la conciencia no me acusa de haber hecho mal a nadie, ni con ánimo resuelto y deliberado causado heridas en sus intereses y reputación, si alguno se cree en este caso, le pido que me perdone”.

Cornelio Saavedra murió el 29 de marzo de 1830 dejando expresa instrucciones de proceder durante sus exequias con suma discreción y humildad, “más allá de las vanalidades de este mundo”. Ese día el coronel Celestino Vidal (héroe de la batalla de Tacuarí) pidió que el batallón de cívicos de Buenos Aires, recuperase su gloriosa denominación de Patricios, mientras que el gobernador Juan Manuel de Rosas decretó honores póstumos, ordenando levantar un túmulo que albergara los restos del brigadier en el predio de los Ciudadanos Meritorios del Cementerio de la Recoleta.

Su hijo, Manuel José Saavedra y Cabrera, participó como oficial en la Campaña de Chile, siendo edecán de O’Higgins. Desarrolló una larga carrera política en el vecino país. Fue padre de Cornelio Saavedra Rodríguez, comandante del ejército de operaciones en Chile en dominio de Araucanía y encargado de la pacificación de dicho territorio. Un sobrino del brigadier, llamado Ramón Cayetano, hizo tanto la Campaña de Chile como la del Perú (combatió en Junín y Ayacucho) además de participar en la Campaña del Brasil. Su hermano, Manuel, era parte de las tropas de Lavalle que se alzaron contra Rosas. Fue fusilado después de la batalla de Vences. El hijo menor de Cornelio, Mariano Eusebio, nacido en el Fuerte mientras su padre era presidente de la Junta, debió huir del país en tiempos de Rosas y después de Caseros fue gobernador de la provincia de Buenos Aires hasta 1866, llevando adelante una gestión civilizadora. Entre sus descendientes se cuenta Carlos Saavedra Lamas, nuestro primer Premio Nobel.

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